sábado, 9 de octubre de 2010

no sé como llegué aquí

No sé cómo llegué aquí. Pocas veces retomo el ejercicio de hacerlo, pues nunca llego a dar con el origen del viaje.

El lugar es oscuro y frío, la gente ríe pero más que alegría parecen maullos desesperados. Todos están detrás de unos vidrios que los distorsionan por completo. Es difícil continuar si el temor es la barrera que me bloquea de alcanzar eso que quiero.

Llevo tanto tiempo en esta misión que no puedo visualizar aquello que busco. Sin embargo lo siento, y es tan grande y fuerte que no pienso en nada que no sea el día en que logre vivir tranquilo, respirar un poco, dormir.

Una de las puertas que tengo enfrente me acercará a mi destino, la otra es la entrada a un laberinto que me perderá otros cien años.

Mis pensamientos me traicionan, escucho en mi cabeza el dolor de equivocarme pero también el goce del fin de mi viaje.

Me decido a olvidar todo pensamiento y dejarme guiar por mis sentimientos. Voy caminando y cada paso que doy me va llenando de seguridad y antes de tocar la puerta me doy cuenta que ya lo logré.

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